Como la vida misma

Juan Pablo Montero
Juan Pablo Montero

Música, armónicos y el "juego de la escucha"

"La armonía es una consonancia y la consonancia es acuerdo; pero un acuerdo a partir de cosas discordantes es imposible mientras sean discordantes y, a su vez, lo que es discordante y no concuerda es imposible que armonice... Y el acuerdo en todos estos elementos lo pone aquí la música... La música es un conocimiento de las operaciones amorosas en relación con la armonía y el ritmo". Platón - "El Banquete" (s. IV a.C.)



El efecto sanador de la música, utilizado en la actualidad en distintas terapias, es conocido y aplicado desde hace miles de años por las culturas griegas, indias (americanas y asiáticas), tibetanas, egipcias...

La música resulta de la combinación de sonidos y silencios; los sonidos como vibración y el silencio como ausencia de ésta. La característica principal de cada nota musical es su frecuencia - número de vibraciones por segundo - y la relación entre notas es matemática. Sin embargo los instrumentos musicales (nos referiremos a los acústicos) no producen sonidos puros, de una única frecuencia.

Cada nota en cada instrumento produce, además de su frecuencia fundamental, otras frecuencias que son múltiplos de ésta, que se llaman armónicos y definen el timbre de cada familia de instrumentos y de cada uno en particular; la intensidad de los armónicos de cada nota varía con cada instrumento y con la forma de utilizarlo. Así, por ejemplo, si frotamos al aire la cuerda SOL de un violín encontraremos que la intensidad del segundo, tercero y cuarto armónico es creciente, de forma que la de este último es tres veces superior a la fundamental; disminuye en el quinto y sexto, para, sólo a partir del séptimo, ser inferior a la fundamental y mantener un nivel similar hasta el quince.

El timbre es, pues, la huella de identidad de cada instrumento y es diferente de cualquier otro. El ejemplo más cercano es la propia voz humana.La importancia de los armónicos en la influencia que la música ejerce sobre los seres vivos, y sobre el animal humano en particular y sus agrupaciones sociales, es tremenda. Raví Sankar, por poner un ejemplo al que podemos sumar muchos otros músicos, dijo en alguna ocasión que su música no tenía el mismo efecto en una reproducción electrónica que en directo (debido a la gran cantidad de armónicos del sitar); los armónicos están relacionados con el aspecto más sutil de nuestro sistema nervioso y de ahí la importancia de cuidar muy especialmente su reproducción.

La música influye en la respiración, ritmo cardíaco, presión arterial, tensión muscular, temperatura, nivel de estrés, coordinación motora, coordinación de los hemisferios cerebrales; además modifica la percepción del tiempo y espacio; aumenta la producción de endorfinas (opiáceos que se generan en nuestro cerebro) elevando así el nivel de disfrute, alegría, seguridad y bienestar, disminuyendo el dolor, favoreciendo la actividad del sistema inmunitario; aumenta el rendimiento y la resistencia; favorece las relaciones personales en general, y el amor y la sexualidad en particular... La riqueza de armónicos es fundamental en todos los aspectos de nuestra vida.

Altair tiene seis años, acaba de pasar la varicela, viene agotada del colegio, de mal humor porque su "profe" está enferma y ha tenido una sustituta desconocida; entra por la puerta y su cara se va transformando, es cuestión de segundos; comienza a bailar dando vueltas alrededor de la alfombra, con los brazos en alto, radiante, ágil... preciosa: Estaba sonando "El sueño de Al-Zaqqâq" de Luis Delgado (NUBENEGRA 1.026); poesía árabe y música de laúd, tar, cántara, trompa marina, santur, crótalos...

Subo al coche preparado para entrar en la ciudad, me sumo a la gran serpiente, ahora parada por un accidente en una de estas rotondas ¿dispuestas al efecto?. Pongo un CD, prueba de acústica para el que será grabado en las próximas semanas; contiene jotas extremeñas por el grupo "¡Extremadura viva!" de Arganda del Rey (Madrid). Todo cambia y lo negativo adquiere su sentido inevitable y el día cambia de color: La fuerza de las "pimentoneras ", del almirez, las castañuelas, las guitarras y bandurrias, la botella de anís (como percusión solamente)...




La capacidad de los armónicos va más allá de la percepción superficial, maravillosa, de la melodía, el ritmo, la dinámica..., nos introduce en el mundo profundo del timbre, del color, de lo que diferencia un instrumento de su "hermano" más parecido. En la más absoluta quietud resuena la percepción más sutil de nuestras neuronas y modifica nuestro estado de conciencia, cambia nuestro ritmo cerebral, nos introduce en estados creativos, nos abre las puertas del descubrir y despierta los ojos a un mayor conocimiento y a una lectura más completa e integrada de la realidad cotidiana.

Sí, sí, ya sé. "Esto es una pasada: la música distrae... entretiene... ayuda a pasar el rato... Pero, de ahí a la conciencia..." ¿No? ¿Probamos a ver? Hagamos un par de juegos.

El primero. Nos sentamos cómodamente, si es posible en el campo o un parque y escuchamos los sonidos que nos rodean durante cinco minutos. Pasados éstos anotamos lo que hemos oído. A continuación cerramos los ojos e, igualmente sentados, con la espalda bien recta para favorecer una respiración más completa, nos dedicamos únicamente a respirar, nada más que a respirar, tranquilamente durante un par de minutos; transcurridos éstos escuchamos atentamente cada sonido por débil que sea. Después de cinco minutos abrimos los ojos y anotamos el resultado y las sensaciones personales: físicas, ¿cómo nos sentimos?, ¿oímos más cosas?; acerca del espacio y del tiempo, ¿es diferente?, ¿pasa más despacio?; y cualquier otra sensación personal. Después comparamos los dos resultados.

El juego anterior, además de lúdico y relajante, o precisamente por eso, desarrolla enormemente la atención.

El segundo. Sentados en casa y con música conocida repetimos las dos partes del juego; primero escuchamos sin más y después cerramos los ojos y estamos un par de minutos con toda la atención en la respiración para, finalmente, pasar la atención a la música y recorrer cada sonido, cada instrumento, cada resonancia... Anotamos los resultados y comparamos.

Transcurridos unos cuantos días, quizá semanas, "jugando" a escuchar vamos a descubrir una nueva dimensión del sonido que no sólo nos va a proporcionar una mayor satisfacción en la escucha musical, sino que también se va a convertir inevitablemente en un poderoso recurso a la hora de darnos cuenta de qué electrónica, qué cables, qué soportes, qué cajas, qué grabaciones, qué salas... "suenan" y cuáles "no suenan". Amén de otros descubrimientos que, por pertenecer al terreno de lo personal, aquí estarían fuera de lugar. El complemento ideal del "juego" es darse una vuelta por el auditorio más próximo y escuchar lo-que-sea en directo (entiéndase: acústico). Estáis sinceramente invitados a compartir los resultados de vuestras experiencias escribiendo a mi correo; será un verdadero placer.

Hay una música que Mar (mi "alter ego", y "oído" donde los haya) califica de rotundamente sanadora; se trata de "Anúna", CD del grupo irlandés del mismo nombre. Polifonía celta, con quince voces, que incluye canciones desde el siglo X al XIX acompañadas con delicada sutileza por arpa, guitarra, violín, alguna campanilla... en espacios y atmósferas que encantan. Es ideal para el "juego de la escucha"; cambias un cable, o mueves un altavoz, y se te va una voz , o te cambia el espacio, o te quedas sin resonancias, o todo a la vez (Anúna - CELTIC HEARTBEAT - 7567 82733 2).

Y hablando de música sanadora, no hay más "remedio" (expresión comprometida, porque habría que incluir tantos...) que añadir los "Remedio curativos" de Eduardo Paniagua, SONY - SK 62263. Cantigas de Alfonso X El Sabio (1221-1284). Flautas, salterio, chirimías, campanillas, sonajas, pandero, castañuelas, laúd, viola... y voces. Impresiona desde la primera nota y en cada audición se encuentran más cosas (esto es igual de comprometido)... Como la vida misma.

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