Canto de sirenas
Jesús Encinar

Jesús Encinar
Carlos Montero - Tangos a mi manera

Carlos Montero - Tangos a mi manera

Hace ya la friolera de 35 años que compré mis primeros vinilos sin tener todavía tocadiscos, éste vendría después, cuando ya tenía 15 o 20 vinilos. Ahorraba "la paga" de cada fin de semana para comprarme los discos, prefería quedarme en casa sin salir escuchando música (el "rarito" del grupo y después con lo de la hifi, ni te cuento). Esta pauta la he mantenido durante toda mi vida, siempre he separado dinero para la compra de música, tengo que alimentar el espíritu en la misma manera que lleno la nevera para alimentar el cuerpo que lo contiene.


No sé de dónde me viene la afición por la música (desentrañar este misterio nos llevaría casi una reseña entera) pero hoy, después de muchos años, miles de discos después y un equipo decente donde poder escucharlos, disfruto a diario de esta afición que cada día me llena más. Utilizando el argot audiófilo con el equipo he llegado al "final del camino", sabiendo como todos naturalmente, lo que de verdad encierran estas palabras.


Como coleccionista me he ido apagando con el paso de los años y con el aumento de la colección musical. Como melómano, voy creciendo día a día y estas reseñas casi mensuales me ayudan y obligan a seguir escuchando y comparando versiones activamente.


El disco que nos ocupa en esta reseña es de los primeros que compré ya con tocadiscos y lo tengo doblado. Esta es otra de mis manías, si puede llamarse así. Los discos que me parecen excelentes los suelo tener dobles, para que no se desgasten en exceso y poderlos tener siempre lo más nuevos posibles. Después de tantos años, los melómanos coincidiréis conmigo, no hay tantos discos que merezcan este dispendio económico. Como ejercicio viene muy bien y os lo recomiendo activamente, elegir los discos de vuestra colección que salvaríais de una pérdida irreemplazable, pues esos son "Los elegidos".


CARLOS MONTERO


Juan Carlos Zamboni, verdadero nombre de Carlos Montero, nació en Buenos Aires en 1938, en el Barrio de Mataderos, barrio que en el Buenos Aires de los años treinta era un lugar fronterizo entre la pampa y la gran ciudad. A un lado de aquel barrio -y de la casa en que nació Carlos- se encontraba el mundo y la realidad rural: con sus paisajes, sus gentes sencillas, el verde, el ganado, el gaucho y su folclore -zambas, milongas y chacareras-. Al otro lado: la ciudad, el suburbio, la sed de verde, la calle, el arrabal, el bullicio, la soledad, el tango.


Zambas, milongas, chacareras... y tangos..., que Carlos fue integrando en su sensibilidad musical; sensibilidad reforzada, además, a través de su formación clásica, adquirida inicialmente, en las clases particulares de guitarra que recibió en su casa (a los cinco años ya tocaba la guitarra) y, poco tiempo después, en el Conservatorio Superior de Música de Buenos Aires, -donde estudió guitarra, piano, armonía y composición, realizando también estudios de mandolina y folclore-, titulándose en grado superior de Música.


"Pero fue un aprendizaje duro, porque había que vivir y ganar dinero. Así, toqué en salas de fiestas y cabarés, en salones folclóricos y boites, cuando era todavía un adolescente. Por supuesto, con el permiso de mi padre en el bolsillo, por si la policía me encontraba a altas horas de la noche en la calle... Después, ingresé en el Conservatorio de Música, donde aprendí las normas de lo clásico, que afortunadamente no destruyeron para nada mi entusiasmo ni mi afición por el folclore [...]. En el Conservatorio aprendí lo clásico; la calle me enseñó el folclore, lo que cantaba y sigue cantando la gente"



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En 1959, con 21 años y toda la experiencia artística acumulada, Carlos recibió la oferta de un conocido músico argentino, Hugo Díaz, para incorporarse a una compañía folclórica que estaba montando con la intención de emprender una gira por diferentes países europeos; entre ellos, Alemania, Bélgica y Holanda. Carlos aceptó la propuesta e ingresó en aquella compañía, que, con el nombre de "Hugo Díaz y sus Changos", integraban el propio Hugo, Victoria Díaz –su mujer–, Carlos, Alberto Cortez y un bailarín apellidado Ferreira. Así fue como Juan Carlos Zamboni, ya con el nombre artístico de Carlos Montero –sugerido por el representante de Hugo Díaz–, viajó por primera vez a Europa para presentar un espectáculo al que llamaron "Argentine National Tanz-Show". Finalizada aquella gira europea, Hugo Díaz y Victoria regresaron a Argentina, y Carlos Montero y Alberto Cortez decidieron quedarse en Europa. Esta decisión la motivó el gran éxito que en aquel momento había logrado Alberto con la grabación, en Bruselas, de sus primeras canciones; entre ellas, "El sucu-sucu" y "Las palmeras"; grabación realizada en noviembre de 1960, en la que Carlos le acompañó a la guitarra. Aquella circunstancia le permitió a Alberto darse a conocer por toda Europa, y empezar a ofrecer numerosos recitales, en los que Carlos Montero solía acompañarle. En 1964, Alberto Cortez, tras contraer matrimonio con Renée Govaerts, fijó su residencia en España, y Carlos, siguiendo sus pasos, tomó la decisión de trasladarse a vivir a Madrid. Durante varios años –en concreto, entre 1964 y 1971, y, posteriormente, siempre que se lo solicitaron–, Carlos, vinculado totalmente a la canción de autor, llegó a convertirse en uno de los más importantes arreglistas de la época; por ejemplo, prestó su sensibilidad, su maestría y su sabiduría musical a artistas como Alberto Cortez, Luis Eduardo Aute, Mari Trini, Patxi Andión, Gontzal Mendibil, Jerónimo Granda, Adolfo Celdrán, Mestisay, Luis Pastor, Pablo Guerrero, Carlos Cano y muchos más. En 1990, fue galardonado con el premio Gardel de Oro, otorgado por el Centro Cultural Argentino del Tango, en Buenos Aires, y ha sido director y presentador, en Radio Nacional de España, del programa titulado "La noche que me quieras".


Fallece el 4 de mayo de 2016 en Madrid a los 78 años de edad.


TANGOS A MI MANERA


Grabado en 1987 y publicado en 1988 en el sello de RNE


Discépolo definió el tango como "un pensamiento triste que se baila."


Carlos Montero - Tangos a mi manera

Segundo disco publicado con el mismo título, el primero es de 1974. Lo primero que llama la atención de este disco es el retrato de Montero hecho por Aute, su gran amigo, que sirve de portada del vinilo. Lo segundo es la gran calidad de grabación; la posición, tamaño y altura de voz y guitarra son perfectas. Lo tercero es lo bien elegidos que están los trece temas, son todos excelentes, se pueden estar escuchando en bucle horas y en cada escucha te sigues sorprendiendo gratamente.


Carlos Montero toca la guitarra y canta a la vez con la dificultad que ello conlleva, pero se complementa de maravilla, se acompaña y apoya con la guitarra ofreciéndonos sutilezas en arpegios imposibles y bellísimos, con una voz que le sale de lo profundo y que suena a suspiro o a desgarro del alma; voz interior percibida, en ocasiones, como lamento o quejío, y, otras veces, como confidencia amable y amiga, que adquiere en el tono sobrio de su voz, el valor de la palabra tierna, creíble y verdadera, dando al tango su dignidad perdida y su sentido más hondo.


A su voz y su guitarra de ocho cuerdas, no les falta nada, sino que escuchando la grabación, uno se da cuenta de que le sobraría cualquier otra cosa. Me atrevería a decir que la una es propagación de la otra y viceversa, es una unión perfecta, indisoluble. Puede estar haciendo una sutileza en la guitarra y su voz susurrándote a la par. Muchos años de buen trabajo y práctica se ven en todos los temas. Recomiendo encarecidamente que vean algún vídeo de esta época, con 50 años. Tiene un poder hipnótico verle cantar y tocar al mismo tiempo, parece magia.


Repite dos temas nada más en este álbum homónimo del de 1974, Cambalache y Malena. En la comparación es donde se ve la calidad y la madurez, tanto en la voz como en la guitarra, sobre todo en esta última y por encima de todo en esa unión de ambas que comentaba anteriormente. Las dos caras empiezan con un tango alegre y con un sentido del humor irónico, Al mundo le falta un tornillo y Cambalache, después ya no hay tregua y entramos en el Tango con mayúsculas, triste, nostálgico, desgarrador, emotivo.


Garúa, impresionante la guitarra, se agradecen las ocho cuerdas y mucho. Nos regala Enrique Cadicamo versos como estos: "Garúa... Tristeza... Si hasta el cielo se ha puesto a llorar" "...Y yo voy como un descarte, siempre solo siempre aparte, recordándote..."


Malena, grandísimo tango con letra de Homero Manzi, interpretación sublime con gran cantidad de matices vocales, si te pilla con el pie cambiado te derrumba. Una de las joyas del disco y tiene varias.


María, qué pena cuando el amor se acaba "...Y es tu voz, pequeña y triste, la del día que dijiste: Ya no hay nada entre los dos..."


Como abrazado a un rencor y El corazón al sur, testamento, arrepentimiento y nostalgia, respectivamente. Lo que pudo haber sido y no fue "...Nada le debo a la vida, nada le debo al amor, aquella me dio amarguras y el amor, una traición..." y el recuerdo de dónde venimos para saber quiénes somos "...Mi viejo fue una abeja en la colmena, las manos limpias, el alma buena..."


Y pasamos a la Cara B, hay que agarrarse "los machos" para escucharla del tirón. Todos los temas son joyas perfectamente engarzadas por Montero, cuál orfebre aplicado. La guitarra en todos los temas es sobresaliente, grabada esta Cara B un poco más alta que la Cara A.


A destacar la delicadeza interpretativa en Quedémonos aquí y por encima de todas las joyas de este discazo, para mí está En esta tarde gris. Esta canción me ha acompañado, como decía al principio de esta reseña, durante 34 años. Toda mi experiencia vital. Y es a día de hoy que la escucho siempre con un nudo en la garganta y me sigue emocionando.


El tango en las manos de Carlos Montero deja de ser un bailable y se convierte en poema cantado.

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