Canto de sirenas
Jesús Encinar

Jesús Encinar
Beethoven, Cuarteto de cuerda nº15 en La Menor, Op. 132


"ESTE SORDO ESCUCHABA AL INFINITO"
Víctor Hugo




Cuando uno lleva ya unos años en esto de la escucha musical activa, se da cuenta de que el oído se ha ido afinando él solo y al igual que el gusto o el olfato, que de tantas buenas viandas y buenos "caldos", sin quererlo ni sentirlo, un día te ves juzgando u opinando de si este vino está más rico que el otro, o al revés. Pues bien, cuando uno llega a Beethoven, a su última etapa compositiva, todo se para, todo lo oído hasta ese momento y que te parecía bueno o incluso muy bueno, pierde toda validez.


En el siglo I a. C. un amigo mío que escuchaba mucha música, sobre todo clásica, me grabó un par de casetes con los pasajes que más le gustaban y unas notas comentando cada obra. Este amigo es la persona con más sensibilidad musical que he conocido jamás. Nos conocimos de la manera más casual porque nuestras parejas de entonces eran hermanas. Su relación duró menos que la mía y mantuvimos contacto algún tiempo después de nuestras respectivas rupturas sentimentales.


Nunca más he sabido de él, la relación se fue apagando en la distancia de los 500 km que nos separan. Una lástima perder personas valiosas que aportan, soy un desastre para mantener relaciones sociales/humanas en el tiempo.


Pues en una de esas cintas grabadas estaba el tercer movimiento de este Opus 132, el "Molto adagio-andante", y en sus notas decía que esta música contenía algo que iba más allá de la música, algo que no podía entender pero que sentía. Hablaba de algo muy superior a este mundo terrenal y que Beethoven había sido capaz de plasmar en sus cuartetos de cuerda.


En el comienzo de la película "Amadeus" de Milos Forman, cuando el cura va a confesar a Salieri al sanatorio donde está ingresado después de intentar suicidarse, se produce una conversación entre ambos en la que Salieri rememora el día que conoció a Mozart, cómo iba caminando entre los invitados por los salones de palacio mirando sus caras porque decía: "Lo he de reconocer porque un talento así va escrito en el rostro". Nada más lejos de la realidad cuando se produce el encuentro.
Es curioso como añadimos un cierto aspecto a alguien con altas capacidades cognitivas e intelectuales y como, la mayoría de las veces, la realidad no se ajusta a nuestra idealización. Beethoven era una persona carente de atractivos físicos, tenía el aspecto típico de un pícnico: pequeño, ancho de hombros, cuello corto, nariz achatada, tez morena y dedos gruesos. Su temperamento era fuerte y en su última etapa su aspecto, forma de vida, aseo y limpieza dejaba mucho que desear. En los treinta años largos que vivió en Viena cambió 70 veces de domicilio, (unas por voluntad propia y otras muchas porque le echaban sus caseros) otras tantas de ayudantes y muchas más, de sirvientas y cocineras.


Beethoven fue contemporáneo de Haydn y de Mozart y del primero fue alumno y gran admirador durante toda su vida. Si contextualizamos a esta Santísima Trinidad vienesa para entender mejor la importancia de la obra Beethoveniana a lo largo del tiempo, nos damos cuenta de que con muchísimo menos repertorio abrió un camino y una puerta a la modernidad que hasta entonces era inexistente.
Haydn (1732-1809), escribe 104 sinfonías, 12 conciertos para teclado y 58 cuartetos de cuerda.
Mozart (1756-1791), escribe 41 sinfonías, 27 conciertos para piano y 23 cuartetos de cuerda.
Beethoven (1770-1827), escribe 9 sinfonías, 5 conciertos para piano y 16 cuartetos de cuerda.

Como muy bien dice Eugenio Trías:
"Beethoven concibe y plasma algo que no está presente ni en Haydn ni en Mozart: un clasicismo de lo sublime, que se alcanza cuando se consigue apaciguar la Voluntad, o el Yo, frente a la descomunal resistencia que se le opone.
En Mozart los temas no se oponen ni generan entre sí antagonismo, ni los sujetos melódicos se abren paso de forma abrupta y violenta, sino que se deslizan de forma armónica.
En Beethoven asombra la fuerza y violencia que se despliega, proporcional a la magnitud del obstáculo y de la resistencia que se debe vencer, o de la potencia y vigor del enemigo que tiene que ser abatido. Beethoven sublimó, en sentido literal, esa descomunal violencia que sus obras de estilo heroico desencadenan
".


De esta manera entra Beethoven en el clasicismo de Haydn y Mozart, como un elefante en una cacharrería, arrasando con todo como el "Gran Mogol" que le llamaba Haydn. Ahora el héroe es el Hombre, en su forma ideal, como artista y como genio: el propio creador, él mismo. Beethoven fundó la comunidad espiritual de lo que por música se ha entendido hasta las neovanguardias. Hijos de Beethoven fueron todos: compositores, intérpretes, musicólogos, críticos, público en general, seguidores y enemigos; dominando la escena musical durante el siglo XIX y los dos primeros tercios del XX.


Beethoven era respetado y querido por la nobleza, cuyas casas frecuentaba. Asistía a las sesiones de cuarteto del Príncipe Lichnowsky donde todos los viernes se reunía el Cuarteto Schuppanzigh. Sus intérpretes siempre estuvieron a disposición de Beethoven, de hecho la mayoría de sus composiciones las estrenaba este violinista que da nombre al cuarteto.


Beethoven compuso 16 cuartetos de cuerda en sus tres períodos compositivos. Cinco cuartetos de 1798-1800, en el primer período. Seis cuartetos de 1804-1810, en el segundo período. Cinco cuartetos y Gran fuga de 1824-1826, en el tercer y último período, quizá la serie más grande y hermosa de toda su música.



LOS CUARTETOS DE CUERDA DE LA ETAPA TARDÍA



Beethoven, ya consciente del final de su vida, ve la presencia de la muerte y en vez de suscitar parálisis de horror y de melancolía, confiere urgencia y verdadero aprecio a la plasmación de ideas, componiendo profusamente en este último período. La muerte interviene así en su condición de gran partera y comadrona.


Lo más sorprendente de todo es que mientras su sordera progresaba su obra se engrandecía. Desde 1820 hasta su muerte su sordera fue total.


Su sólida formación y su memoria auditiva le permitieron componer sin poder escuchar nada de lo que escribía. Conocía el efecto que producían las notas musicales y sin ningún intermediario material analizaba las cualidades, efectos y sonidos de las piezas que componía. Su guía era un lenguaje musical interior, y escribía y coordinaba sus pensamientos melódicos por asociaciones sensopsíquicas.


Beethoven, Cuarteto de cuerda nº15 en La Menor, Op. 132

El cuarteto de cuerdas es un medio exigente, austero y despojado de toda elaboración o efecto. Sin embargo, la elasticidad y la riqueza de sus cuatro instrumentos ofrecía una variedad infinita de inventos y colores tonales. Los cuartetos de cuerda de Beethoven son su personalidad abstraída en música absoluta.


El orden de composición de los últimos cuartetos, que no coincide con el número de opus, es la siguiente: Op. 127, de 1824; Op. 132, de 1825; Op. 130, 133, 131 y 135, de 1826.


Los cuartetos de cuerda Opus 130,131 y 132 tienen más de los típicos cuatro movimientos del clasicismo imperante hasta la época.



ALBAN BERG QUARTETT



En 1970 cuatro jóvenes profesores de cuerda de la Universidad de Música de Viena decidieron crear un cuarteto. Tras una audición privada, Helene Berg les concedió la autorización para que el cuarteto llevara el nombre de su difundo marido. Se fueron como becarios del Cuarteto La Salle un año a Cincinnati, un año en el que crecieron como conjunto. Estudiaban cuartetos y se los tocaban al violinista Walter Levin, del La Salle, y hacían frente a sus críticas. No fue fácil aceptar las críticas para los miembros del cuarteto Alban Berg, pues tres de sus componentes eran miembros en los primeros atriles de los "Solistas de Viena". Pero con esta crítica, sobre todo con sus exigencias analíticas, agudizó su capacidad creativa para captar y transformar una idea.


En 1971 dieron su primer concierto en el Konzerthaus de Viena y desde entonces se consagraron como uno de los mejores cuartetos de cuerda del siglo XX, estando entre las dos o tres mejores formaciones internacionales, según la crítica especializada. Con una afinación impecable, sonido empastado y homogéneo, compenetración entre ellos y un enfoque interpretativo que alcanza un equilibrio entre intelecto y pasión.


Günter Piechler era, en 1961, el concertino de la Filarmónica de Viena de Karajan, que por aquel entonces era el director de la Ópera de Viena.
En 1963, el violinista abandonará la orquesta para hacer otras cosas. Aunque ya tocaba como solista, siempre tuvo la idea de formar un cuarteto de cuerda.


Los primeros integrantes del cuarteto fueron los violinistas Günter Pichler y Klaus Maetzl, el viola Hatto Beyerle y el chelista Valentin Erben.
Pichler y Erben vivieron todas las etapas del cuarteto, mientras que los demás atriles sufrieron cambios. Como segundo violín, Gerhard Schulz sustituyó a Maetzl a partir de 1978, mientras que en la viola se sucedieron Thomas Kakuska (1981-2005) e Isabel Charisius hasta 2008, año en que el Cuarteto Alban Berg se disolvió.
Cuando la discográfica EMI contacta con ellos, les propone un contrato muy amplio, con la condición de hacer los Cuartetos de Beethoven en un año. Dijeron a EMI que un año no era suficiente tiempo, no se sentían preparados, sobre todo para abordar los últimos cuartetos. Fueron a ver a sus amigos del Cuarteto Amadeus para pedirles consejo y estos les animaron e instaron a hacerlo y les dijeron: " Con Beethoven siempre tendréis la sensación de no estar preparados".
EMI les concedió cinco años para preparar la integral que grabaron entre 1978 y 1983. Por ahí he leído que vendieron un millón de copias de esta integral.
En 1989 grabaron el segundo y último ciclo completo de los Cuartetos, que hicieron en Viena, en directo y en una sola sesión nocturna y se grabó en audio y en vídeo.
A mi particularmente, me gusta más la grabación de estudio aunque la crítica venera más la de "en vivo".



Cuarteto de cuerda Nº15 en la menor, Op. 132



"Beethoven se aposenta en la cima de las montañas. Sus corceles cabalgan salvajes hacia delante. Pensativo, sostiene las riendas con firmeza, llevando a sus caballos por el borde del precipicio. Sin embargo, contempla el abismo como si hubiera enterrado algo en su fondo. Y ese algo en el fondo del abismo le sigue con la mirada: eso también es la vida."
Gottfried Wilhelm Fink, (crítico musical 1826).




Elijo esta grabación en vinilo frente a las demás que tengo, porque es la que más me gusta, en la que más oigo la madera de los instrumentos, pero sobre todo por la interpretación, que me parece de una unión mística total de los músicos, creando atmósferas que otros intérpretes no crean. Última grabación dentro de la integral de los cuartetos de Beethoven realizada en diciembre de 1983 en la Iglesia evangélica de Seon, Suiza. EMI. 1999.



Günther Pichler, primer violín.
Gerhard Schulz, segundo violín.
Thomas Kakuska, viola.
Valentin Erben, violonchelo.

Según Adolf Bernhard Marx, crítico teórico de la época, "aunque Beethoven estaba arraigado en la tradición, era superior a cualquier cosa que se hubiera producido antes. Beethoven siempre describe estados emocionales particulares y a menudo imágenes específicas".


Beethoven, Cuarteto de cuerda nº15 en La Menor, Op. 132

Llevó el estilo poético al género del cuarteto de cuerdas e impulsó la evolución de su música final hacia nuevos horizontes. Los esbozos de estos últimos cuartetos los hace en cuatro pentagramas separados en vez de en uno solo, que era lo habitual en él. Esto revela su intención de encontrar nuevas texturas y nuevas formas de escritura por partes, prestando atención a la individualidad de las voces, encontrando nuevos matices de sentimientos, nuevas aproximaciones a lo humano.


Sería el segundo de los tres cuartetos Galitzin (Op. 127, Op. 130 y Op. 132), encargados a Beethoven por el príncipe ruso Nikolai Galitzin en 1824 y que nunca le pagaría en vida y que pagaría, en 1852, a su sobrino Karl Von Beethoven.
El cuarteto que hoy nos ocupa lo terminó en Baden, en el verano de 1825 durante un retiro después de estar enfermo unos meses, una peligrosa inflamación de colon e hígado que le hacía sangrar por la boca y la nariz.
Se estrenó en Viena en septiembre del mismo año.
Ese año y los siguientes ya no serán buenos para Beethoven, enfermo, completamente sordo, fue arrestado por error confundido por un mendigo por su aspecto completamente descuidado, dándonos una idea del estado anímico en el que se encontraba; aún así, siguió componiendo maravillas sonoras.



Primer movimiento: Assai sostenuto-Allegro
Assai sostenuto lanzado por el violonchelo. Se pasa del grave al agudo con los cuatro instrumentos secuencialmente. Cómo le gusta a Beethoven estos comienzos tan lúgubres y oscuros para pasar después a la luz.
En el Allegro, la voz principal la conduce el violín que no abandona la sensación de inquietud general que tiene todo el movimiento. La Viola, en la mayor parte del movimiento actúa como grave.



Segundo movimiento: Allegro ma non tanto
Escena campesina, bucólica, incluso danzarina, más infantil, aparece oculto el Beethoven del minuetto del Septimio, pero la incertidumbre y ese carácter extraño que encontramos en el primer movimiento tampoco nos abandona del todo.



Tercer movimiento: Santa acción de gracias de un convaleciente a la deidad, en clave lidia. Molto adagio; Sintiendo un nuevo poder- Andante- Molto adagio- Andante- Molto adagio
Dura casi la mitad de la duración del cuarteto.
"El modo lidio es un remedio contra la fatiga del alma, y del mismo modo, del cuerpo" Gioseffo Zarlino, teórico musical del XVI admirado por Beethoven.
Modo lidio que nos lleva a un estado neutro, responsable del carácter meditativo de todo el movimiento. Transiciones lentas tipo coral se alternan con otras marcadas como sentimiento con renovada fuerza, que nos llevan a pasajes más rápidos y adornados, produciéndose una constante sensación de lucha entre estos dos caracteres.
Al final del movimiento, en la parte más íntima y etérea, donde la música son notas mantenidas en pianissimo en el violín, Beethoven escribe un texto hindú " Para Dios el tiempo no existe".
El disfrute en este movimiento pertenece al segundo violín que presenta todos los temas en la segunda parte del movimiento.
Beethoven convierte la más física de las experiencias humanas: la enfermedad y el restablecimiento, en una sublime evocación de la paz espiritual y del agradecimiento, y más tarde de la alegría desbordante.
¿A qué lugar lugar nos lleva Beethoven con esta música? Que cada cual responda como buenamente pueda. Yo aún no lo sé, me ha llevado a tantos...



Cuarto movimiento: Alla marcia, assai vivace- Più allegro- Presto
El cuarteto bien podría concluir con el movimiento anterior pero Beethoven nos devuelve a la Tierra en este movimiento. No es una marcha al uso, sino que volvemos a ese estado de incertidumbre, de pregunta constante que nos acompaña en los dos primeros movimientos.
Aquí, en la segunda parte del movimiento, el primer violín hace un recitativo que conecta con el siguiente movimiento y último.
El recitativo es una forma musical concebida para la voz humana, usado en óperas o cantatas para presentar las arias y aquí Beethoven decide usarlo a modo instrumental. El primer violín es el encargado de tocar este recitativo de conexión entre los dos movimientos, como en una ópera para conectar dos arias. La música aquí es hablada por un violín y causa un efecto sorprendente en un intento de Beethoven de humanizar la voz de un instrumento, no olvidemos que Beethoven tocó durante años el violín y la viola en una orquesta.



Quinto movimiento: Allegro appassionato- Presto
Marcado por la agitación en la que la música parece luchar para encontrar un camino hacia la liberación.
Otra de las melodías grandiosas de Beethoven para terminar este fantástico cuarteto.
El violonchelo realiza la melodía principal octavando el primer violín en un registro muy agudo, como si fuera prácticamente una soprano, cuando lo normal sería que hiciera la función de bajo.
Este final nos deja una sensación de esperanza y de fe en la humanidad tras haber enfrentado todo ese sufrimiento y adversidad.



Beethoven, Cuarteto de cuerda nº15 en La Menor, Op. 132

Si Beethoven puso en sus sinfonías toda su fuerza expresiva: vital y espiritual, y en sus sonatas para piano, toda su guerra interior y sufrimiento; en sus cuartetos de cuerda nos muestra su alma.


La soledad de Beethoven, en parte debida a su rechazo social, agravada aún más por su sordera, su abandono corporal y doméstico, creo que intencionado para sentir que es rechazado por una causa, su misoginia, su carácter insoportable, sus ganas de comunicarse con el mundo, de decirnos que él no es así realmente, que es incapaz de encauzar su vida pero que es un espíritu noble deseoso de amar y ser amado, que no soporta más la soledad que le tormenta. Prueba de este espíritu está en su música, capaz de hacernos mejores, de una belleza sin fisuras.
Para los oídos del futuro lejano, éste y todos los últimos cuartetos no serían signos de locura, sino más bien de profecía; música como un rompecabezas oculto, eternamente moderna.


En este Nº 15, Op. 132, penúltimo de toda su producción camerística, nos desarma, nos deja desprotegidos, frágiles. Nos llega a lo más profundo de nuestro yo. Nos mantiene en un mundo y de repente otro se nos abre delante de nosotros, mundos que no sé dónde están pero que no están en este o tal vez sí.


Escuchar a Beethoven me cambia, me hace ser mejor persona. Esa es su grandeza.
Todo el mundo debería escuchar esto, al menos, una vez en su vida.

"¿Debe ser así? ¡Debe ser así, así debe ser! "




BIBLIOGRAFÍA
"Beethoven" de Jan Swafford, Ed. Acantilado. Libro muy recomendado, vives con Beethoven mientras lo lees.
"El canto de las sirenas" Eugenio Trías, Ed. Galaxia Gutenberg.




DISCOGRAFÍA DISPONIBLE
Alban Berg Quartett, integral en vinilo (1984) y en Cd (1999). EMI.
Amadeus Quartett, integral vinilo. DG, 1970.
Julliard String Quartett, integral en vinilo, CBS Masterworks, 1978.
Tokyo String Quartet, integral en Cd. RCA Red Seal, 1993.
Melos Quartett, últimos cuartetos en Cd. DG,1983.
Alban Berg Quartett, últimos cuartetos en Cd. Werner Classics. 1993.


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