Canto de sirenas
Jesús Encinar

Jesús Encinar
La Colección

Imagen de Wokandapix en Pixabay


LA COLECCIÓN

"Los coleccionistas, son la muestra de la buena salud espiritual y moral de un pueblo. Que un país tenga buenos coleccionistas significa que es un pueblo de primera división A. Coleccionismo es cultura y cultura es coleccionismo"
Luis Alberto de Cuenca



Hace un par de meses hablaba con Josep Busquets de qué quedaría de nuestro legado y paso por este mundo del audio y música. Qué sería de nuestros equipos y nuestra colección de música, atesorados con el paso de los años.


En la película "Alta Fidelidad" con la que me siento, y creo que todos, muy identificado; el protagonista, propietario de una tienda de vinilos, vive rodeado de sus discos y un día decide ordenarlos por momentos de compra, por etapas de su vida; así se da cuenta de que la música siempre ha estado ahí, cada música en su momento. Viendo su colección podríamos intuir su vida, etapa a etapa. La música la ha interiorizado y utilizado para acompañarle en su vida o es la música la que le ha guiado en esta. Cuestión peliaguda de discernir, la música nos acompaña o nos guía.



La Colección

Fotograma de la película "Alta Fidelidad"


Cada colección es un fiel reflejo del propietario, de sus etapas vitales, de su evolución personal, emocional, espiritual y cultural. Cada uno tenemos nuestro orden perfecto, en la que todo está perfectamente localizado, nuestro orden alfabético particular.


En un vídeo de Hifihunters, de visita al "Santuario" de Gaby, le preguntaban qué discos salvaría si hubiera un incendio y tuviera que salir de casa con lo puesto y contestaba: "que no salvaría nada. ¿Qué elegir, al hijo o a la hija?. Me quemaría con ellos" aseveró. Ardería a lo bonzo con toda la colección.
Moriría en el Infierno con el Paraíso en llamas.


Gaby Quesada - Santuario

Gaby Quesada en su Santuario

Cuando tiento a la muerte un poco más de lo habitual que a diario (porque no olvidemos que podemos perecer en cualquier momento), es decir, cuando viajo en coche o avión, suelo escuchar antes de partir los 24 Preludios de Chopin por Arrau y algún aria y coro de la Pasión según San Mateo de Bach, para disfrutarlos por última vez, si se diera el caso. Me hace tan feliz y tanto bien esa música, que no me perdonaría morirme sin escucharla de nuevo.


Este tema de la herencia audiófila y musical lo he hablado con distintos colegas de afición, con y sin hijos, y todos coinciden en lo mismo. A su muerte todo desaparecerá con ellos. Nadie cogerá el testigo, en el mejor de los casos se venderá todo medianamente bien, pero en la inmensa mayoría se malvenderá, se tirará o se infrautilizará. Entre otras razones, porque casi nadie del entorno más próximo sabe lo que ha costado cada aparato, qué es, para qué sirve y por cuánto y dónde se puede vender. Con la colección de discos peor, porque además de entrar aquí los gustos y apetencias musicales de los herederos por lo general ocupa mucho más espacio físico, y si no se sabe valorar/disfrutar no hace uno el esfuerzo por conservar la colección unida. Más difícil de tasar, pero mucho más fácil de vender completa o por lotes, perdiéndose mucho dinero.


Qué ha pasado en nuestra sociedad para que acabe así. Cómo se va a seguir escribiendo la historia si nadie la conserva. Qué hubiera sido de nuestra civilización si las generaciones que nos han precedido no hubieran cuidado y guardado las cosas importantes: pinturas, partituras, esculturas, escritos y libros, edificios, objetos, entornos naturales, etc. Cómo sería hoy nuestra vida si no hubieran existido los coleccionistas de arte.


Como yo ya estoy en la mitad de la vida, estadísticamente hablando, me planteo este dilema frecuentemente y de momento no le doy solución alguna. Lo único que se me ha ocurrido hace años es hacer un listado en el que figura el año de compra de cada aparato con precio de compra, precio orientativo de venta y precio de venta en el caso de que me haya desprendido de alguno, y en cada disco siempre pongo el mes, año y precio de compra.


Hace unos dos años cambié de casa y creo recordar que la colección de discos eran 54 cajas, 40 de ellas vinilos y el resto Cd. De libros unas 35 y de películas 6. En total casi 100 cajas, una habitación entera y eso sin contar el equipo, pues en ese momento tenía dos pares de electrostáticas grandes. Solamente pensar quién se va a hacer cargo de todo eso a mi muerte sin descendencia, me entristece sobremanera, pues no he conseguido meter "el gusanillo" a nadie de mi entorno que lo pueda valorar y mucho menos, que lo pueda o sepa disfrutar.


La generación de nuestros padres, de postguerra, en la se había aprendido a vivir con lo necesario e imprescindible y guardar el exceso, no tenía aficiones y no era porque no tuviera inquietudes, es que eran otros tiempos; difíciles, duros, pobres, atrasados. Había que trabajar duro, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Así era la vida en el barrio y la casa donde me crié, sin libros, ni discos; sin veraneos, ni viajes en familia ni fines de semana. La calle y el río era todo lo que teníamos.


Mis padres nunca lo entendieron, para qué tantos discos si no te da tiempo a escucharlos y de lo mismo, y tanto aparato, mejor tenías el dinero en el banco. Mentalidad castellana, ja, ja, ja.



La Colección

Imagen de Alfred Derks en Pixabay

Fue nuestra generación y anteriores, desde 1960 en adelante, las que supimos de la importancia del tiempo libre, del tiempo de ocio, y lo aprovechamos al máximo, haciendo y probando de todo una y mil veces, acertando y errando pero intentándolo al menos. Es una pena, no hay relevo. Ahora las casas ya no son vividas, son quirúrgicas, asépticas, vacías. A qué dedican el tiempo libre (que cantaría Perales) sus inquilinos. Está todo en contra para esta generación que nos sucederá, desde poder tener todo en un dispositivo digital como un teléfono móvil o para los más puristas un servidor de música y un libro electrónico, hasta la penuria económica en la que se ven abocados incluso teniendo formación especializada. Malos tiempos para los coleccionistas, seguiremos siendo un País de segunda regional si no ponemos remedio. La historia no se puede cambiar, pero se puede escribir la nueva, la que vamos haciendo día tras día, aún así soy muy pesimista.


Cuando muera, entraré en la nada y me quedaré en ella, que decía Saramago.



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